Los mantos de misa fueron muy utilizados a fines del siglo XIX para asistir a misa y/o como prenda de luto, "las mujeres debían persistir en cubrirse la cabeza con mantos y llevar ropas negras al momento de visitar los recintos sagrados" (Vicuña, M., 2001).
Estos mantos se usaban cubriendo la cabeza, con los extremos cruzados a la altura del cuello, sujetados con un alfiler o prendedor, dejando el rostro enmarcado. Cubrían además de forma envolvente los hombros y parte del cuerpo.